Vas por la vida cerrando los ojos al fuego para no quemarte las pupilas, mientras las mismas arden con la pasión que anhela tu interior. Una gota de agua fría atraviesa tus mejillas cual pájaro en azul cielo. Sal del mar guardan tus entrañas. Y por mucho que remuevan sus aguas los torrentes que te mueven con afán, nunca el fuego de tus pupilas apagaran.
Nada ni nadie cambia lo que somos, ni nosotros mismos, ni el tiempo, ni la edad.
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